miércoles, 4 de noviembre de 2009

Para sazonar la inercia

Perdí el avión.
Así nomás, lo perdí como quien pierde un calcetín, o una moneda o la esperanza.
¿Cómo pueden pasar tales cosas?
Yo había confeccionado cuidadosamente mi itinerario. Pero me olvidé que no estoy en el pueblo, donde todo es calmado y relativamente sencillo. Los tiempos son coherentes con la calma provinciana. Aquí en cambio hay que correr a contrareloj y con mucho tiempo de anticipación o precaución.
A las tres de la tarde todo estaba en orden. Billete impreso, equipaje completo, peso del mismo adecuadamente calculado. Las despedidas, los intercambios, un último mensaje por la web a quienes me esperan en España. Todo.
En la estación del tren el primer contratiempo, con el que no contaba: el tren sale dentro de veinte minutos. Chale. Bueno, si llego a St. Lazzare y me apuro, transbordo tres líneas del metro, llego a Ponte Marrito. El metro. Cada que desembocaba en un andén se estaba yendo el gusano aquel. Tres estaciones, idénticas broncas.
Llego por fin a la desembocadura del metro y agarro la esquina opuesta; a esperar que el tráfico me deje correr en pos de la lanzadera directa al aeropuerto. Llego a la oficina de boletaje: cerrado. Abren a las cinco quince. Puta madre. Compro mi boleto, consulto los itinerarios de vuelo, hay otros que salen en el lapso de las siete, las ocho quince, las nueve. No todos a Madrid, pero todos salen de Beauvois. Con suerte y mucha pisadera de acelerador llego derrapándome. En el autobús hay letreros, ninguno dice Madrid. Estocolmo, Milán, y otras ciudades. Otro, más discreto, advierte que los autobuses salen tres horas antes del vuelo programado. Ya me la pelé. Para este momento son las cinco treintay cinco. Sólo un accidente o un suceso extraordinario podría hacer que tome el vuelo. Comienzo a resignarme. Recuerdo que hay otro vuelo de la misma aerolínea a las 9:40. Me dejo conducir con la esperanza de hacer el canje de vuelo, aunque tenga que pagar la diferencia. Llueve, poco a poco la lluvia arrecia. Un asomo de esperanza me hace imaginar que el vuelo se atrasa, que la nula visibilidad me permite subir mis bártulos al avión y llegar como había prometido a Madrid.
Pero al mismo tiempo la lluvia se confabula. En la carretera un motociclista ha dejado su pellejo sobre el pavimento. Una sólo hilera. Más lentos. No puede ser. Son las seis cincuenta. Definitivamente ya no la hice. Mejor no hubiera tomado este autobús, mejor no hubiera comido con tanta tranquilidad, mejor hubiera salido de madrugada y amanecerme en el aeropuerto como había intentado allá en Polonia.
Total que llego al aeropuerto, me dirijo de inmediato a la ventanilla de Ryanair, y con cara de inocencia explico mi caso a la del mostrador. Por fortuna habla español. Por desgracia la aerolínea es de las baratas y no ofrece facilidades. Lo más cercano a una ayuda que me ofrece es pagar 150 euro y llegar a Gerona. ¿Dónde chingados queda eso? Y ni un mapa para consultar. No hay wii fi en el aeropuerto. Bueno, lo hay, pero nadie sabe darme la clave para conectarme a la red. Carajo. ¿Qué hago? Piensa, piensa.
Mis broncas siempre han sido resultado de que en momentos de tensión suelo tomar las decisiones equivocadas. Así que adopto una, que seguro será la menos indicada. Hago cálculos mentales, busco donde comprar una tarjeta de teléfonos, sopeso la opción de buscar en este pueblo un hotel barato, calculo si es mejor regresar a París a dar la lata con Gonzalo. Buscar nuevamente una alternativa de viaje barato por la Internet. Para colmo, el portátil anda en el límite de la batería. Nadie sabe decirme si hay Internet en el área. Afuera la lluvia sigue cayendo, lo que me descorazona porque de ponerme a vagar buscando halojamiento, seré una sopa mexicana derramándose en Beauvois.
Así que, con la carota de menso, estoy en el interior de un autobús haciendo planes para que la próxima vez, los aviones me la pelen.
Y Escribiendo esto, para leerlo en los próximos días y saber si estuvo bien o la volví a cagar.

1 comentario:

  1. ¡Ay Alex!
    Pus sí, esas cosas pasan y con Ryanair siempre sale más caro el caldo que las albóndigas.
    ¿A Girona por 150?
    Neee... por Internet está más barato, si es que tienes Wi FI si es que tienes batería, si es que... si es que la contingencia, es la contingencia.
    De cualquier forma, aquí te espero.

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