lunes, 9 de noviembre de 2009

Sàbado

Este es mi tercer sábado fuera de México. No recuerdo hasta mucho tiempo después cómo suelo vivir mis sábados. No he escuchado Estación Xochipitzahuac como había prometido. Despertamos después de las diez porque dormimos hasta después de la una. Y cada vez se me va pasmando el descanso con mayor densidad. Cuando esté de vuelta en Tlaxcala querré dormir dos días completos, o acaso no quiera dormir sino hasta que el jet lag se disuelva por sí solo. Justo mirando a través de la ventana las espaldas de los edificios madrileños, pienso en esas otras tierras donde la gente que me conoce me espera. O donde no me esperan pero me extrañan. O aquellas donde podría encontrar un hueco rellenable sólo por mí. Por mucho que Madrid me suene a sitio habitable, no soy de Madrid. En la radio hay mucho rock. Más del que ofrece el espectro radial de México. Rockservatorio me suena a nostalgia y efervescencia juvenil. Aquí es una realidad diaria, con clave hertziana y locutores que chacotean entre tema y tema. Mucho heavy, mucho rock duro, mucho ambiente marchoso. Muchos conciertos en muchas salas, muchos estrenos musicales, mucho sonido que se me enrosca en el estómago y me reconforta.
Vamos a recorrer el Madrid que me falta. Caminamos por callecitas angostas, desembocamos en Atocha, caminamos por un mercado de libros. Compro un par de tomos sobre Tlaxcala y la Chichimeca editados en Madrid que me cuestan una quinta parte de lo que me costarían las ediciones mexicanas en mi propio país.
Más adelante me encuentro la única escultura en todo el mundo dedicada a Luzbel. Es el Parque del buen retiro, el paseo del Ángel caído. Asisto a una exposición pretensiosa en el palacio de cristal. Tomo las obligadas fotos turísticas. Mucho de la vegetación ya me hace sentir la cercanía con México.

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