domingo, 1 de noviembre de 2009

Sábado, Ofrendas parisinas

Sábado, desayuno.
Reparamos el mundo a golpe de tragos de cerveza. Observamos el universo a través de la ventana de un departamento...
Comemos tranquilamente mientras dejamos que el tiempo se escurra hasta el momento en que saldremos para asistir a una expo sobre el día de muertos. Llega un amigo de Gonzalo, es de Brasil, se llama Marcelo. Salimos un poco tarde de la estación de trenes pero sabemos que para los parámetros mexicanos vamos con el tiempo suficiente. Además, la exposición es en el taller de grabado de un mexicano que lleva años viviendo en Francia.
Transbordamos el tren, varias líneas del metro. En todo el trayecto se ha venido hablando de las diferencias culturales que obligan a los migrantes africanos, árabes y gitanos aser más desordenados y escandalosos y cínicos que los residentes franceses. Marcelo nos explica casos concretos.
Llegamos por fin a donde es la expo. Es una callecita escondida en un punto de París, Me recuerda muchos de esos foros alternativos que se suelen abrir allá en México. La situación artística y cultural finalmente es similar en todos lados. Hay mucha gente, es una sorpresa agradable. En la galería que da a la calle está una ofrenda con los elementos de arte objeto que algunos convocados hicieron para la ocasión.
Pero después de eso, lo chido está en el patio inferior de la casa. El anfitrión ha hecho una ollota de pozole!!! De volada hay que caerle.
Más al fondo está el taller de grabado. La gente recorre el mismo, compra grabaditos. Aprovecho y saco las cosas que llevo: mis libretas, mis libros, los folletos que he traido de Travis y de Enrique Pérez, las carpetas del museo Miguel N. Lira. Hago contacto con Raul, el maestro del taller, hay buenas nuevas, promesas, intercambio de contactos.
Afuera conocemos gente, alardeo sobre mi trabajo, me conecto con un francés interesado en las lenguas originarias, más intercambio de contactos.
Y al final de la fiesta, hay que volver a Pontoise, que los trenes se acaban a las doce y a Marcelo le quedan aún cuarenta minutos de caminata hasta su casa.

2 comentarios:

  1. Qué tal Alejandro Ipatzi, me da gusto saber que te encuentras donde deberías, y también observar que no has perdido de vista detalle alguno. Es grato leer tus impresiones, yo las leo desde que sé de su existencia. No te desanimes. Un saludo desde la oscuridad vespertina de Varsovia.
    Joaquín Meza

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  2. Gracias Joaquín, así las cosas.
    Saludos a toda la gente con la que dejé en prenda retazos de corazón.
    Saludos a Maja, por supuesto y al clima, la calma, y al colmo.

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