martes, 17 de noviembre de 2009

Últimas 24 horas en Polonia

Polonia me recibe con un sol majestuoso. Pienso que lo hace como para resarcirse de mis anteriores impresiones de una ciudad eternamente encapotada. Me recibe también una de sus habitantes cuya presencia me tranquiliza enormemente. Es una hora después de mi arribo pero no importa. Ya ella me tiene preparado un recorrido que incluye una comida familiar, el abandono de mis bártulos en un hostel, que bendito si hubiera conocido antes (para variar, en materia de desconocimiento de sitios interesantes de Varsovia).
Experimento cierta incomodidad que es acrecentada por el hecho de que la maleta debo llevarla todo el tiempo en los hombros. A cada tanto ella aminora el paso para que pueda darle alcance. Así y todo conseguimos llegar a la casa de los abuelos, la que en mi primera llegada también visité. Algo en la condición de mis piernas me hace no quitarme las botas, ella se da cuenta pero no dice nada. Los abuelos son muy amables, y la abuela me hace la pregunta indiscreta: si soy casado. Entre mi deficiencia idiomática y la distracción de las cucharadas no acaba de surgir la respuesta. Salimos, las despedidas son emotivas, nuevamente me echo al hombro el equipaje y recorremos calles y calles. aquello que estaba seguro de que sería cosa sencilla se complica enormemente y hay que salir al paso con retorcidas explicaciones intelectuales. Esta incomodidad, que intento solventar con espíritu payaso, sigue presente. Ya en el centro de Varsovia pasamos a un kantor, me deshago de mis últimos zlotys y recibo más que en el aeropuerto. Ahora rumbo al hostel.
Con la pena y todo, ella es quien hace toda la transacción, aquí compruebo que el inglés, por más que lo entiendas en una canción, no es tan sencillo cuando de una conversación fluida se trata. Todavía hago el intento de que no me abandone aquí, que ya que no se puede que me hospede en su casa, por lo menos que esté conmigo. Es como la necesidad del infante con la compañia adulta.  
Ella se tiene que retirar, el pretexto es sencillo, pero quedamos para la noche, en el obligado café con Maja, Joaquín, Konrad y Sofía.
Durante las dos horas o más que me quedo solo, reflexiono sobre esta vuelta a Polonia; sobre las ciertas veces que el destino nos hace regresar a ciertas rutas para reconstruir ciertas deudas con la vida. Como el otorgamiento de segundas y aún terceras oportunidades.
Así como se me han planteado las cosas, como se han desarrollado algunos acontecimientos, bien podría ser tan cínico como para pedir una cuarta oportunidad. Uno no puede haberse vuelto tan dsenvuelto a las primeras de cambio, yo por lo menos no.
Entablo conversacion con alguno de los huéspedes y me sorprende ver que las chicas pasan en panty sin ningún problema por la sala rumbo a los baños. Me encanta, me encanta. Hay wi fii en el hostal, aprovecho para enviar mensajes y actualizar el blog.
Salgo a tomar un poco de sol. Pero para mi poca sorpresa, resulta que aquello se ha vuelto a encapotar. Es más, Se ha enfriado tanto el ambiente que me pongo a pensar que Varsovia se ha enterado de mi regreso y vuelve a su empecinamiento climático, como si fingiera, como si tratara de mostrarme la cara engañosa que me mostró semanas antes. Camino con desenfado, libre del peso de las maletas y libre también de mi azoro. Camino como si llevara años caminando estas calles, a las que en un arranque de audacia atraviezo por donde no se debe hacer. Luego me quedo parado eternos minutos porque aquella avenida es de las rápidas y no hay manera de cruzar al otro lado. Para colmo, tampoco puedo volver sobre mis pasos porque por allí también corro peligro.
Corro, me asusto menos que los conductores a los que sorprende mi presencia, y ya estoy del otro lado. En la Rotunda PKO caigo en la cuenta de mi necedad cuando por el facebook insistía que la rotunda y la entrada al metro estaban en el mismo sitio. Bien, ya he tomado los tiempos, es hora de volver al hostel. Lo sé, es tonto, pero no quiero volver a verme torpe.

Ya es la noche, estoy en la rotunda. Tengo frío pero no quiero volver a parecer niño de preescolar con tanto abrigo encima. Veo a Sofía y Konrad, faltan Maja y Joaquín. En realidad no hay sorpresa, a excepción de que maja llega más eufórica y más alburera y más mal hablada que como anduvo la primera semana. Le suelto una noticia que me acaba de reportar Walfred por el internet y supongo que es debido a eso que Maja se descose dialectalmente. Nos dirigimos a un café en cuyo interior, por más que Maja le endilgue historia, no encuentro cosas espectaculares. No es que no me guste, lo encuentro agradable, hasta chistoso cuando en la carta veo que venden Tequila Don Cruzo y Aztec. No sé de dónde serán porque esos tequilas en mi vida los había visto.
Tomamos fotos. A sofía no le hacen mucha gracia las fotografías pero de alguna toma no se salva. Maja se ha puesto juguetona, me lanza a cada tanto puyas en torno a que posiblemente no salga de Polonia, que "alguien" podría secuestrar el avión. Que mejor ya no me vaya. Hum.
Luego salimos.

Aquí viene la parte más íntima de mi noche. Es una intimidad plagada de ternura, es una vuelta a la sensación de engarrotamiento que nos hace desear estirar hasta el infinito los minutos, porque sabemos que no va a suceder nada y sin embargo ahí está la posibilidad. Son casi las once de la noche, las puertas del hostel se cierran a esa hora y hay que apresurarse. Ella me acompaña, no sé si es porque le he rogado que se quede conmigo hasta el último minuto posible, o porque su sentido de responsabilidad para con el turista es demasiado fuerte. Llegamos, me abren la puerta, ella entra conmigo. Le obsequio algunas cosas, nos miramos, nos despedimos, salgo al descanso de las escaleras y veo como desaparece engullida por la penumbra no cubierta por la luz amarilla del pasillo.
Me quedo solo, en una habitación donde duermen otros seis.
Solo.

Por la mañana me levanto, preparo todo el equipaje de tal manera que no de la lata que ha venido dando. Cada cosa en su lugar, me tomo la foto de la evidencia. Salgo a conseguir más zlotys para saldar la cuenta del hostel. El administrador entiende el español pero no lo habla. Me siento estúpido al recordar que por la noche yo le hablaba a Sofía y esperaba que tradujera. Así que puedo hablar directamente y sólo procesar la respuesta en inglés. Vaya, que chasco.
Ahora si, camino hasta los cruces de peatones bien marcados en las avenidas. Esa llovizna que cae sin cesar me hace temer que mi última compañía no llegue. Después de todo, la promesa fue hecha vía facebook. Llego al sitio acordado con Ania para poder despedirme de Varsovia. Los minutos pasan sin cambios, pero a mí se me hacen tan largos, me asomo por las diferentes entradas de la rotunda, suponiendo que ella llegará, no me verá donde quedamos y se irá. Pero finalmente llega, sonriente, primorosamente ataviada y con un paraguas diminuto que sólo cubre su cabeza. Agradezco en silencio que haya venido, dejando lo que sea que podría hacer en lugar de acompañar a este mexicano entelerido de frío y ligeramente humedecido por la llovizna.
Ella es mi comité de despedida, lo menos que puedo hacer para agradecer el gesto es pagar su boleto del tranvía, invitarle un té y conversar sabrosamente hasta en tanto se anuncia el abordaje. Conversamos, efectivamente, procuré hacerla reir y cuando comienza a ponerme nervioso la hora, me acompaña hasta la fila donde los pasajeros debemos despedirnos de nuestros acompañantes. Veo muchos prolongamientos, pero la mía es una sí de rápida. Besito en la mejilla, buena suertes y adelante, nadie vuelve la vista atrás y Varsovia se me convierte de golpe en un sitio del cual me acordaré durante mucho tiempo con una obsesividad que seguramente cansará a mis paisanos.
No sé si regrese algún día, mis circunstancias siempre me han hecho pesimista, y venir aquí supuso tantos problemas...
Pero hay motivos, hay personas, hay tanto por conocer todavía de este país, que me hago la firme intención de regresar, quizá en algunas décadas, pero lo haré.

1 comentario:

  1. esa sensación de cubrir antiguos pasos.. ademas de la nostalgia de ser el desconocido.. la conozco y me quede como loco al sentirla en tu lectura..

    escribes muy chevere.. saludos desde Ecuador

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