sábado, 24 de octubre de 2009

Jueves

Ah, el sabroso jueves y sus avatares y casualidades.
Pues resulta que la noche del miércoles Maja nos dio instrucciones puntuales acerca de lo qué hacer al día siguiente. Creo que se iban a ir de pata de perro al barrio obrero de Praga y no habría actividades hasta las tres.
Pero como al día siguiente, después del destanteo de una dormida poco reparadora se me fue el avión, pues consulté el progra y me encontré con que a las once estaba programada una lectura en la Facultad de... esa.
El caso es que llegué más o menos puntual (Bravo!), y al entrar al salón me lo encontré vacío. Bueno, un profesor y Gerardo Beltrán, aquel poeta que lleva dieciocho años viviendo en Polonia y que a la sazón trabaja en la Universidad, y que el día de la recepción estuvo con nosotros en el almuerzo que organizara alguien de la Universidad.
Pues este personaje, que según dijo, había venido tres horas antes de su cátedra para vernos y escucharnos, al ver la ausencia del resto de la delegación mexicana, me invitó a quedarme y dar una charla a sus alumnos. Yo me dije: ¿Por qué no? A eso vine.
Total que esperamos a que nos dieran la una, salimos de su oficinita de traducciones, rodeamos el edificio, caminamos por los jardines de la universidad, nos sumergimos en la oleada más completa de mujeres bellas que había sortaedo desde mi llegada y finalmente llegamos a su áula, donde durante hora y media, sus alumnos fueron los míos.
Ahí hablé de mi trabajo, de la literatura contemporánea mexicana, de la literatura en lenguas originarias, de los ensambles, las libretas, el trabajo comunitario y leí, y reí, y discurseé, y cuanta cosa se me ocurrió pero llené ni más ni menos que TODA UNA CÁTEDRA a estudiantes universitarios polacos.
Caray, que sabrosa sensación.
Luego el detalle de que este Gerardo me ayudó a vender libretitas y libros y moneniques; además de que me endulzó la oreja con que me darán un documento que certifique vine a Polonia a dar cátedra a la Universidad, que hay la posibilidad de ser traducido al polaco, y que deberíamos hablar de publicar jóvenes artistas polacos, y un montón más de proyectos que espero no se me desmoronen.
Pero creo que lo mejor de esto es que todo el tiempo estuve pensando: Muérete Adelaida, esto es algo por lo que tú hubieras dado... Bueno, Adelaida estará verde de envidia porque seguramente quien debe dictar cátedras es ella y los demás somos unos pendejos.
Por la tarde nos reunimos algunos de los que aún tenían pila para seguir deambulando en la ciudad. Y ya por la noche, envalentonado por el superficial conocimiento que he adquirido en materia de rutas de regreso a casa, me animé a caminar. Recordé que allá en Tlaxcala solía regresar hasta Texcacoac caminando, trazada mentalmente una ruta rectilínea, y calculando que el trayecto consumiría poco más de una hora y algo de energía ganada merced a la ingesta de cerveza. Todo fue bien en tanto estaba en las márgenes del Vístula. Miré y admiré los trabajos monumentales de los constructores de este puente, que se afanaron en poner a cada tanto del trayecto pequeños nichos que hacen las veces de postas para caminantes. Estos nichos conectan con escaleras de caracol que desembocan en las calles paralelas al río, unos metros más abajo. Pero una vez que traspuse el río, y ver que la bruma había aumentado ostensiblemente de densidad, la cosa se comenzó a complicar. Por momentos recordé aquella literatura inglesa que tiene como un personaje más a la bruma. Comprendí que ciertos escritos están condicionados en su forma y en su fondo por las circunstancias físicas y geográficas de quienes los han perpetrado. Hasta ahora, por ejemplo, no habría podido escribir nada que incluyera esta bruma y la sensación aprehensiva que me genera. Hace que sienta una especie de miedo cuando a la distancia veo borronearse una silueta. Entonces siento ese vértigo de temor de que sea un criminal, un asesino dispuesto a destripar al primer ser viviente que se cruze en su camino. Allá en México, en una situación similar podría esperar que lo que se me aparezca sea un policía que al amparo de la noche me extorsione, y en última instancia me lleve detenido para después exigir ese rescate legalizado que es la multa por andar en horas sospechosas en una calle vacía. o una bandita de gandallas que aparte de ponerme una madriza se quieran ver más malditos dejándome una marca de charrasca en la cara o en la espalda.
Caigo en la cuenta de que el trayecto ya se ha prolongado más de lo que había calculado y reviso mentalmente el recorrido del autobús. Creo que definitivamente esta calle no la he recorrido, creo que en algún sitio no di un quiebre, o que no tomé en cuenta una curva, o que cualquier cosa pero es necesario regresar hasta donde me sienta familiarizado y de ahí tomar otra vía.
Por fin, después de encontrar la ruta correcta, llego a la casa de mis anfitriones y lleno de pena por la alta hora, no ceno, no me baño, no me conecto al internet, ni siquiera extiendo el sofá ante el ruido que hace y prefiero simplemente hecharme a dormir vestido como estoy y únicamente quitándome las botas. Ya mañana sabré si estoy cansado o no.

1 comentario:

  1. No, estará contenta porque te pensaste en ella mientras dictabas tu catédra

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