lunes, 26 de octubre de 2009

Viernes

Caray, a estas alturas del lunes y apenas voy a poner lo que recuerdo del viernes.
Pues nada, que para este día ya eran cuatro los machines con morra polaca. Y uno de ellos me invitó a rolar con su chava por los cafés del centro en lo que llegaba la hora de las despedidas oficiales. Creo que me quería presumir.
Por la tarde nos fuimos encontrando un tras otro en diferentes puntos, a cual más con unas caras de resaca que no podían con ellas.
Acuñamos un nuevo verbo: Adelaidear.
La despedida al principio fue todo sonrisas y todo buenas opiniones y agradecimientos y esas cosas que se hacen fastidiosas hasta que a la voz de Adelaida aquello se convirtió en un gritadero de pena ajena. Los y las polacas que asistieron reían con ternura como cuando vemos a dos bebes tratando de asesinarse a mordiscos de dientes de leche.
Luego salimos, nos dirigimos a la piscin,. donde sería la super fiesta de despedida.
La piscina es, efectivamente una piscina, pero todo el tiempo estuvo prohibido meterse. Yo creo que además a nadie le interesaba porque estaba vacía.
Estuvimos en un galerón chiquito pintado de negro con luces giratorias y... en cualquier parte que he estado los antros son semejantes, así que imaginen el rincón de un estacionamiento acondicionado para la ocasión.
Mucha música mexicana.
Tropical!! argh. Para el curriculum de esos grupos tropichundos está el dato de que su música se baila en Polonia a la menor provocación. La misma canción fue repetida como siete veces!!
Y también en el bar latino el sábado y los otros días!!
El bar latino tiene la disculpa que su dueño es un mexicano que a cada tanto viaja su tierra a escoger material para su antro.
Bueno, entonces, estaba con que en la piscina la gente bailaba y bailaba molotov, Mano chao, los grupos estos de tropi, Tito Puente, Celia cruz, julieta venegas y más.
Sobre una mesa pusimos todos los bocadillos que trajimos. Unas tlayudas duras sin nada encima que walfred trajo eran masticadas con cara de: "oh, comida mexicana". Ja ja. luego, alguien repartió chapulines y así por lo menos el taco de zezetle era más tragadero.
Paletitas, chilito, miguelitos, pelones, tamarindos, alegrías y otras golosinas volaron. Se bailó, se rió, se manoseó, se vomitó... no, bueno, eso ya no alcancé a verlo porque el cansancio y la lejanía de mi hospedaje no eran para dejarse a la ligera.
El sábado, bueno, luego les cuento.

Anexo 1

En las últimas horas de esta semana atareada, en las siempre postergadas despedidas, nos reunimos en un discreto café de la calle NowySwiat. Ahí nos entretuvimos en relatar nimiedades ante la incomodidad de ponernos emocionales. Jorge estaba muy nervioso. Sofía, que fue su anfitriona había prometido llevarle el equipaje. Pues resulta que aquella ya tardaba demasiado con el equipaje en cuestión y Jorge se iba poniendo cada vez más nervioso. Los timbrazos en los celulares contribuían a aumentar la tensión. Afuera la pertinaz lloviznita seguía en su terquedad. Yo me había quitado por fin chamarras, suéteres, gorros y por fin me relajaba un poco. Incluso solté por fin mi cabello, lo llevaba suelto después de ver las fotos de días anteriores donde por más que lo intentara atar en coleta, acababa super despeinado. Era la hora de la partida de Jorge y Sofía no aparecía. Neftalí y yo nos ofrecimos a salir a mirar las paradas del transporte público a ver si estaba allí. Nos confundimos un par de veces, fuimos hasta otras estaciones, desandamos el camino y ni rastros de Sofía o de las maletotas rojas de Jorge. Los teléfonos aseguraban que ella estaba ahí en la parada, pero no dábamos con la bendita estación en que ella también se desesperaba. De plano ya andábamos todos corriendo de acá para allá. Jorge con la cara roja de ira, maldecía y se mesaba los rizos. Maja que nos corregía la dirección por el celular y cuando ya estábamos por estallar, finalmente la encontramos. rápidamente fue conseguido un taxi, subimos las maletas de Jorge, las despedidas se sucedieron en un atropello desesperante y de último momento decidí subirme también al taxi. No quería confesar ante ellas, que yo no había comprado aún mi boleto de avión. Y aunque Sofía me lanzó una mirada asesina no pudo impedirlo así que nos fuimos derrapando llanta.
Ya en el aeropuerto, ya con Jorge tranquilo, con su equipaje en el checkout, finalmente las despedidas fueron más tranquilas, más como se supone que deben ser: todo abrazos, todo buenos deseos, todo felicitaciones.
Una vez desaparecido Jorge, me quedaba poner mi pose de despreocupación y acudir a la ventanilla de pasajes. Sofía quería regañarme por mi imprevisión, pero no se lo permití. simplemente se limitó a ayudarme a cambiar unos dolares más a slotys y traducir a la chica de la ventanilla.
Listo, ya podía yo también irme de Polonia... Hasta otro día.

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